¿Puedo acaso encontrarme si no hay nada qué descubrir en mí?
El que se niega a perderse, tampoco conseguirá encontrarse jamás. Así que quiero perderme.

lunes, 9 de abril de 2012

DESCIFRAN OBRA PÓSTUMA DE ROBERT WALSER

Gonzalo Maier


Veinte años tomó recuperar el legado de este excéntrico e indispensable escritor suizo.

Robert Walser (1878-1956) venía de dar uno de esos paseos a pie que lo llevaban de una ciudad a otra, cuando cayó muerto sobre la nieve una mañana de Navidad. El escritor suizo para ese entonces había publicado más de trece libros, tenía 78 años y llevaba 25 viviendo en un hospital psiquiátrico.

Ilegibles, pero cuerdos

La única visita periódica que recibía en el asilo de Herisau era la de Carl Seelig, un amigo y antiguo editor, quien descubrió un extraño testamento: casi cuatro mil folios escritos a lápiz que tenían la particularidad de ser ilegibles. La primera impresión fue que la locura de Walser era mayor de lo que se creía y que esas hojas eran apuntes enfermizos y delirantes. Luego, una lupa resolvió el misterio. El testamento, lejos de haber sido redactado en un código oscuro, estaba milimétricamente escrito con la tipografía Sütterlinschrift, una letra manuscrita alemana relativamente en desuso.

La trascripción de esos textos tardó 20 años y estuvo a cargo de Bernhard Echte y Werner Morlang, dos germanistas que, literalmente, aprendieron a leer a Walser y el primer tomo del resultado hoy se puede encontrar bajo el título de "Escrito a lápiz. Microgramas I (1924-1925)", publicado por la editorial española Siruela.

La aparición de esta obra coincide con el rescate generalizado del escritor, por lo demás, uno de los favoritos de Canetti, Benjamin, Musil o Kafka.
La relación con este último, claro, va más allá. De hecho, cuando el editor Franz Blei recibió los primeros textos de Kafka tuvo que asegurar que quien escribía no era Walser utilizando un pseudónimo. O el jefe del mismo Kafka, en la compañía de seguros, una vez le dijo que era calcado a un personaje de "Los Hermanos Tanner", una de las novelas más famosas de Robert Walser.

La biografía del suizo (en la que Vila-Matas se basó para escribir "Doctor Pasavento") estuvo marcada por la constante postergación de sus textos (muchos parecen no estar corregidos y otros sencillamente nunca fueron acabados) y un deseo de pasar completamente desapercibido, que lo llevó, incluso, a trabajar como criado en un castillo y a renunciar, una y otra vez, a la escritura. Un hecho que no deja de sintonizar con el modo en que confeccionó los pequeños textos contenidos en "Escrito a lápiz".

Un estado mental

Bernhard Echte, desde la Fundación Robert Walser, en Suiza, dice que uno de los hitos que marcaron los veinte años dedicados a transcribir los cuadernos fue la característica de la escritura a mano:
"Tenía cerca de dos milímetros de alto, cada línea llevaba 300 letras y cada pedazo de papel 120 líneas. Así que todo era extremadamente denso, un laberinto de signos difícil de identificar. Para escribir de esa forma uno necesita estar totalmente concentrado y, al mismo tiempo, muy relajado. Era un estado mental que producía una gran creatividad en él y, como el mismo Walser confesó, el escribir a mano con un lápiz le provocaba cierto grado de felicidad. De hecho, escribió de esta forma el equivalente a cuatro mil páginas impresas. El material, por lo demás, contiene todo tipo de textos: poemas, prosa, escenas dramáticas y una novela".

-¿Qué método utilizó para transcribir?

"Comenzamos el verano de 1980 y como existían textos que Walser había escrito con esta tipografía minúscula y que más tarde él había llevado a una grafía normal, bastó sólo con confrontar esas versiones. Los instrumentos fueron únicamente una lupa y buena luz. El problema no era resolver un código, sino que las letras, al ser realmente diminutas y desordenadas, hacían que el trabajo de descifrar y dar sentido fuera muy duro. Aunque el mayor problema fue no rendirse".


REPORTAJE: LOS MICROGRAMAS DE ROBERT WALSER





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