¿Puedo acaso encontrarme si no hay nada qué descubrir en mí?
El que se niega a perderse, tampoco conseguirá encontrarse jamás. Así que quiero perderme.

lunes, 9 de julio de 2012

RESCATAR A ROBERT WALSER DEL OLVIDO

Javier García Recio





Fue un tipo raro y singular. Su gran sueño, pasar inadvertido, sólo fue posible en vida. Es a partir de su muerte que se inicia un lento, muy lento e incomprensible trabajo por rescatar a Robert Walser del olvido en que siempre quiso perderse. Son las contradicciones de muchos grandes hombres como Walser pues su obra no estaba llamada a dejar indiferente, no era posible condenarla al silencio, ese silencio en el que este escritor suizo sentía como su hogar y su pasión más íntima.

Esta labor de rescate es todavía insuficiente, corta. Quizá el que Walser escribiera en alemán ha contribuido a ello. La literatura alemana, incluida la gran literatura romántica, nunca ha tenido en España la comprensión necesaria. Toda la literatura alemana se ha rendido ya al genio de Walser a partir de que Kafka mostró su admiración por él. Luego otros grandes como Thomas Mann o Robert Musil le señalaron con el dedo del brillo genial. Pero Walser era además, como decíamos, un tipo extraño. Vagabundeó por diversos oficios, nuca tuvo casa propia ni se estableció en ningún lugar concreto; no tenía posesiones materiales, incluso no tenía libros, ni siquiera los que escribió; apenas se le conoce un escarceo amoroso con una mujer que no fue más allá de dos cartas con tintes pasionales. En 1929, cuando tenía 50 años dejó de escribir para ingresar por su propio pie y voluntad en un manicomio. Allí permaneció hasta su muerte el 25 de diciembre de 1956. Ese día, el día de Navidad, se dejó recostar sobre la nieve, donde poco después unos niños lo encontraron muerto.

Su única y gran posesión era un valioso mundo interior, portentoso, de una singular belleza, que llevó a sus escritos. Supo ser un observador tranquilo, un pensador que sólo confraterniza con la belleza cuando se le ofrece amistosamente.

Bellas historias

En esa tarea de repatriar a Walser del olvido la editorial Siruela está teniendo una aportación muy destacada. Ha llevado a cabo una tarea admirable con la obra de Walser, acercándola al lector español en versiones de extraordinaria calidad. Prácticamente toda la obra del autor está editada por Siruela y en todos los casos con una magnifica edición, como ocurre con el libro que aquí comentamos, Sueños, un obra que retrata muy bien a Walser y lo que el quería: representar de manera magnífica lo insignificante y lo humilde, dejar que lo importante se desvanezca y «poder dedicar a las cosas más insignificantes una minuciosa atención, sintiéndome muy feliz mientras lo hacía».

En Sueños, una sucesión de pequeñas descripciones, Walser retrata todas las menudencias de la vida cotidiana: un paseo por el campo, las tribulaciones de un tendero agobiado por las deudas, la belleza de la ciudad nocturna o los sinsabores de una dama desdeñada. En Sueños se pueden leer algunas de las historias más bellas de Walser, todas ellas impregnadas de su tremenda sensibilidad poética y desnudándose en cada párrafo para mostrarnos su particular visión  donde se reúnen todos los elementos de su poética y de su peculiar visión del mundo. Sueños es sin duda una de las mejores puertas para aquellos que pretendan acceder por primera vez al universo peculiar de Robert Walser, a su personalísima escritura plagada de encantos y de una grandeza singular, única. Sueños es la suma de pequeñas grandes obras maestras que en su conjunto desvelan una de las obras literarias  más originales del pasado siglo XX.

No hay más excusas para no leer a Walser, para no conocer la grandiosa singularidad de su obra. Se impone recuperar a Walser del olvido al que su humildad le llevó para perderse.




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