¿Puedo acaso encontrarme si no hay nada qué descubrir en mí?
El que se niega a perderse, tampoco conseguirá encontrarse jamás. Así que quiero perderme.

lunes, 11 de junio de 2012

LA BARCA

                                                         


 
Creo que he escrito esta escena antes, pero volveré a hacerlo. En una barca, en medio de un lago, hay un hombre y una mujer. Muy por encima, en el oscuro cielo, está la luna. La noche es tranquila y cálida, ideal para esta soñadora aventura de amor. ¿El hombre del bote es un secuestrador? ¿La mujer es la víctima feliz y encantada? Esto no lo sabemos; solo vemos cómo se besan el uno al otro. La oscura montaña yace como un gigante en la brillante agua. En la orilla hay un castillo o una casa de campo con una ventana encendida. Ningún ruido, ningún sonido. Todo está envuelto en un silencio negro, dulce. Las estrellas titilan arriba en el cielo y también hacia arriba desde muy abajo del cielo, que está en la superficie del agua. El agua es la amiga de la luna, ha tirado de ella hacia sí y ahora se besan, el agua y la luna, como novio y novia. La bonita luna se ha hundido en el agua como un osado joven príncipe en un torrente de peligro. Se refleja en el agua como una cariñosa y bella alma se reflejaría en otra alma sedienta de amor. Es maravilloso ver cómo la luna se asemeja al amante ahogado en el placer, y cómo el agua se parece a la feliz amante que abraza a su real amor. En la barca, el hombre y la mujer están completamente silenciosos. Un largo beso los mantiene cautivos. Los remos yacen perezosos en el agua. ¿Son felices, serán felices, los dos que están en el bote, los dos que se besan, los dos sobre los que brilla la luna, los dos que están enamorados?

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